Los planes venideros son, en ocasiones, más necesarios incluso que los de presente. Cuando ganar no es una opción, construir resulta lo más lógico y sensato. Aprender del hoy para evitar errores. Educar en la competición. Crear ganadores para dominar el futuro.
Sin embargo, a la hora de formar un grupo, los arquitectos pueden mostrar disconformidades respecto a la manera y las piezas necesarias. El objetivo para todos es el mismo; el preciado anillo, no obstante, alcanzar la cima se presenta como ardua tarea para los terrestres y en su día a día suena utópico pensar en lograrlo. Por ello, el primer paso es la realización de un diseño en el que se muestre cómo asentar las bases de un mañana dorado.
El bueno
Borrar de un plumazo lo que tienes en busca de algo mejor. Los Bucks, un equipo habituado en los últimos años a pelear por entrar como octavo en Playoffs, decidieron que era el momento de ampliar horizontes. Su juego ofensivo se basaba en los nombres de Monta Ellis y Brandon Jennings, pero en el verano de 2013, Milwaukee se afianzó un plan de pensiones. Se hicieron con el 15º pick de ese mismo Draft, Giannis Antetokounmpo. El griego es, desde entonces, un motivo por el que confiar en la franquicia de Wisconsin. En esa temporada, el balance no fue positivo (17 victorias y 65 derrotas) con una plantilla que ya contaba con, además del griego, John Henson, Khris Middleton y Larry Sanders.
Ya con la campaña finalizada, el entrenador Larry Drew dijo adiós a los Bucks. Jason Kidd llegaba desde Brooklyn para ponerse al mando de un interesante propósito. 41-41 y un ilusionante paso por Playoffs, cayendo en primera ronda ante los Bulls de una manera muy digna (4-2). Brandon Knight fue traspasado por Michael Carter-Williams en mitad de la temporada, los jóvenes seguían llegando (Jabari Paker, aunque no pudo disputar muchos minutos debido a su grave lesión, y Johnny O’Bryant en este caso) y desarrollándose, pero había un motivo para preocuparse; su atlético pívot titular Sanders abandonaba el baloncesto por razones extradeportivas y dejaba la zona huérfana. Elemental era encontrar al sustituto que diera el salto definitivo a los de verde.
La pintura del BMO Harris Bradley Center encontraría su dueño en la agencia libre. De manera sorprendente, arrebataron a los Knicks (favoritos para firmarle) a Greg Monroe, a quien seducieron con su prometedor proyecto. Actualmente cuentan con el quinteto inicial más alto de la liga (1,98-2’01-2’11-2’03-2’11) y con una media de edad de 22,6 años, se encuentran en un proceso de adaptación a una nueva fase en su juego, de espaldas a aro gracias a Monroe y en The Greek Freak y sus extraterrestres capacidades tienen su referente, no obstante, es para todos un bloque digno de estar presente en post-temporada. Con envergadura y talento a raudales, los Bucks van por el camino correcto para hacer suyos el mañana. Como su propio lema reza; Own the future.
Olvidar en este sentido a los Timberwolves sería un grave error. Trataron de hacer algo grande con Ricky Rubio y Kevin Love como dúo de líderes, pero el proyecto no llegó a las expectativas que Minnesota tenía puestas en ellos. La marcha de su estrella a los Cavaliers no solo le obligó a empezar de cero, sino que le hizo un favor. Ahora son Andrew Wiggins y Karl Anthony-Towns los que forman la pareja letal. Un alero llamado a ser estrella y un pívot con habilidades de base. Los inexpertos Wolves hacen propios un baloncesto divertido (logrando 102,9 tantos por noche) y, lo que es más importante, comienzan a competir. En un Oeste que no parece tan feroz como acostumbra, se están nutriendo de la debilidad general para crecer.
El crecimiento es tal que atrás dejaron esos tiempos en los que cerrar los partidos resultaba para ellos una utopía. Demostrando a rivales de entidad como Chicago Bulls o Atlanta Hawks están preparados para competir, su ambición va más allá del disfrute. Soñar con seguir jugando en mayo quizás no sea soñar. Al fin, están aquí.
El feo
Mike Woodson salió por la puerta de atrás. James Dolan daba el poder a Phil Jackson, que decidió que el sucesor en el banquillo sería su hombre de confianza en los exitosos Lakers, Derek Fisher. Como entrenador novato tuvo que lidiar con un equipo que no contaba con grandes aptitudes y, para colmo, perdía a su estrella por lesión. El objetivo sería librarse de masa salarial y esperar a la temporada estival.
Como tradición se ha tomado en la Gran manzana el hecho de desaprobar las selecciones de sus Knicks en el Draft. No iba a ser menos con el afortunado en ser elegido con el cuarto pick, en este caso un letón que provenía de Sevilla con promesas de ser poseedor de una gran amplitud de recursos. Comparaciones con Bargnani o Darko Milicic, dejaban ver la poca confianza depositada en él. No parecía sorprender a un gigante de 2,16 su recibimiento, tras el cual afirmó “querer volver los abucheos en ánimos”. Dos nombres más se asociarían a la franquicia esa misma noche, los de Jerian Grant y Willy Hernangómez, conseguidos a cambio de poco (Tim Hardaway Jr.).
Si bien las noticias de sus jóvenes adquisiciones no contentaban a la opinión pública (recordemos la rajada del showman de ESPN Stephen A. Smith contra Jackson) tampoco lo hacía la incapacidad del plan del Maestro Zen para hacerse con estrellas en una agencia libre que tenía su foco puesto en DeAndre Jordan, Marc Gasol o el ya nombrado Greg Monroe. Piezas como las de Afflalo, Robin López o Kyle O’Quinn se sumaron al puzzle Knickerbocker, con poco nombre pero con la certeza de ser guerreros. Siguiendo esta misma filosofía, D-Fish eligió el campamento militar de West Point como lugar de acogida para la pretemporada, con el objetivo de formar un bloque cohesionado.
Ya con el comienzo de la campaña, los aficionados de azul y naranja despejaron todas sus incógnitas con una repuesta positiva. Tanto es así que incluso Derrick Williams, el efectivo que más dudas levantaba, parece responder. Derek Fisher tiene en sus manos un conjunto que se nutre de su corazón y coraje, con figuras como la de Langston Galloway personificando dicho carácter coral. Carmelo Anthony está lejos de sus habituales números anotadores, pero su PER (21,4) deja ver una eficiencia mayor a la media de la liga. La tarea pendiente es la de cerrar partidos, pues tienden a regalar a los rivales oportunidades para robarles victorias en los instantes finales. Porzingis, por su parte, ha desatado la locura en NY. Su talento, su capacidad para firmar doble-dobles y su sorprendente lucha, para quien esperaba de él alguien más blando, han hecho que su corta historia parezca salida de un cuento de hadas. En unos solos partidos ha pasado de ser un desconocido a ser un ídolo, el principal motivo de ilusión. Si actualmente parecen tener potencial para colocarse entre los ocho mejores de su conferencia, es este chico de 20 años lo que hace sonreír y soñar al MSG.
En Philadelphia, la atención brilla por su ausencia. Los planes de Sam Himkie y el famoso tanking es, a veces, incomprensible gracias a un historial plagado de traspasos inesperados y posteriores cortes. Como ya mencionamos, dejaron ir a Carter-Williams a cambio de nada. No obstante, gracias a las torres gemelas Noel-Okafor, ven la luz. Las intenciones de los Sixers ahora parecen vislumbrarse con mayor claridad gracias a un jugador que llegó desde Duke a la NBA con la fama de ser el más preparado para tener un impacto inmediato de esta camada. Sus números no le quitan la razón a los expertos (19,2 puntos y 7,8 rebotes por combate).
Hasta 6 elecciones estuvieron disponibles originariamente en el pasado mes de junio para los de Pensilvania, 5 rookies y 4 sophomores forman parte de su actual plantilla. Para la próxima temporada estival, además, tendrán en su poder otros 6 futuribles jugadores (5 de ellos a elegir en la primera ronda).
El malo
A la deriva. La marcha de Los Angeles Lakers en su era post-Phil desde 2011 se resume en un ritmo desenfrenado de desamores. Ni con Mike Brown ni con D’Antoni lograron siquiera acercarse a la perfección que fue suya por última vez en 2009. Los intentos por hacer que su jugador franquicia iguale a Michael Jordan han quedado en nada. Con Dwight Howard y Steve Nash recuperaban la ambición y la atención, pero sus planes naufragaron de manera desastrosa.
La prensa internacional no dudaba en señalar culpables. Pau Gasol, Kobe Bryant, Howard… eran algunos de los más nombrados, pero lo cierto es que formar un bloque competitivo encajando, además, a jugadores que siempre han tenido peso allá por donde pasaron es algo que requiere tiempo, paciencia y trabajo. Por los pelos, lograron entrar en Playoffs, cayendo estrepitosamente en primera ronda ante los Spurs. Salvar el honor por unos meses. Sería esa misma temporada estival cuando Superman marchara a Houston. El último ejercicio defendiendo los colores oro y púrpura esperaba al interior catalán. Ya en la pasada campaña, la mudanza obligó a la franquicia a bajar los precios de sus entradas. Con nombres de segunda fila (Jordan Hill, por ejemplo) y otros que recibían la oportunidad de limpiar sus nombres (Jeremy Lin y Carlos Boozer), aceptaron el período de transición.
Con una única meta; acaparar estrellas que acompañen a Kobe, se han sucedido sin pena ni gloria una gran nómina de jugadores en los últimos años. Ya este verano, su situación fue similar a la de los Knicks, el poco atractivo que suscitaban sobre Love, Kawhi Leonard y compañía les llevó a firmar a Brandon Bass, Roy Hibbert o Lou Williams, nada más lejos de su intención. El glamour de Hollywood ya no seduce.
Sus esperanzas para la presente campaña son poco más que inexistentes. Jordan Clarkson y D’Angelo Russell personifican el único motivo de optimismo que ofrece al Staples Center cuando se viste de púrpura y oro. Un imberbe backcourt repleto de talento sobre el que apostar y construír. Julius Randle representa dichos intereses en la pintura. No obstante, la franquicia no parece estar por la labor de poner su mirada en el futuro. El propio Byron Scott aseguró que no tendrá mucha más paciencia con los jóvenes. ¿Qué hacer si no en un ambiente sumido en la derrota? Los Lakers se ven como un equipo perdedor y tan solo arriesgarse parece ser la solución. The Black Mamba está obligado, por la situación de su equipo y por sus propios rendimiento y salud, a mantenerse en un segundo plano y tomar un papel didáctico. En decadencia, su baja eficiencia (un PER de 12,4) y sus bajos porcentajes de acierto (33% en tiros de campo, mínimo de carrera), además de sus propias declaraciones, hacen pensar en una posible retirada. Ser discípulo de una leyenda podría servir a los novatos llegados y por llegar para conocer de primera mano el éxito.
3 ejemplos, 3 estilos. Asociarse con el desastre puede ser una respuesta efectiva, aunque paciente, al negativo ahora. Cambiar el destino pensando en él. Hacer que el futuro sea el camino. Sin duda, ese parece el remedio más inteligente para el mal del perder. Hacer que en la rutina, lo que generalmente provocaría tristeza, cree ilusión. Donde el “pan para hoy, hambre para mañana” no tenga sitio. Donde la falta de arrugas sea un sí rotundo al optimismo.
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